SINTAXIS DE LA IMAGEN
Fotografía El desarrollo de la fotografía
supuso una revolución completa para las artes visuales. El estatuto del artista
y su relación con la sociedad fue totalmente subvertido; su especificidad
irreemplazable se vio alterada para siempre por culpa de este nuevo método de
obtener imágenes, capaz de registrar mecánicamente cualquier detalle. El
especial talento y los años de formación que conformaban y endulzaban las
habilidades artísticas sufrían ahora el reto de una máquina capaz de ser
manejada por cualquiera, tras un período comparativamente muy corto de
aprendizaje. A mediados del siglo XX y tras esa abrumadora revolución
tecnológica que produce inacabables milagros electrónicos, la fotografía es ya
algo que se da por supuesto. Pero el siglo XIX no era todavía lo bastante
sofisticado para que la fotografía lo esclavizase por completo. Hacer un
reportaje de la familia, los amigos y sus actividades sigue siendo la razón
fundamental de la popularidad de la fotografía. Las grandes cámaras de su
estudio y las técnicas de retoque dan a su trabajo el toque profesional
necesario para la demanda intacta de retratos distinguidos que ha sobrevivido a
lo largo de los siglos y es el legado de los pintores y daguerrotipistas de
otro tiempo. El problema del comunicador visual no está en permitir que ese
poder domine el diseño sino más bien en controlarlo y plegarlo a los fines y a
la actitud del fotógrafo. El fotógrafo maneja numerosas variables, lo cual le
permite controlar la irreductible información ambiental. En primer lugar, y
esto es lo más importante, está la expansión de los conceptos visuales mediante
el ejercicio de la alfabetidad visual. Se pueden formular sobre un papel planes
para hacer una fotografía o una historia en imágenes y esto es una buena
aproximación a la preproyectación. Pero es probable que el fotógrafo se
represente mentalmente las imágenes visuales, que las vea en una especie de
pantalla mental. Las opciones compositivas exploradas en el boceto y en el plan
deben alcanzarse de otra manera. Cine Si la fotografía está representada por
1/8 de pulgada en la escala de la historia visual, el cine apenas si sería un
punto. Los experimentos de Edison y el triunfo mecánico de Lumiére aprovecharon
el fenómeno de la persistencia de la visión para obtener fotografías que
registraban el movimiento. El cine se debatió bajo el viejo dilema entre la
expresión artística y el éxito financiero. Incluso con los equipos primitivos,
hacer una película requería capital y, por tanto, cierto control sobre el
producto final. Sin embargo, las películas cosecharon un éxito financiero
instantáneo y total. El público las devoraba y se abrieron enormes
oportunidades para la expansión y la experimentación de este medio.
Posteriormente aparecieron los largometrajes que narraban historias similares a
las novelas, y con ellos esa incomparable figura de los tiempos modernos que es
la estrella cinematográfica. Se introdujo el sonido y después el color, y ambos
experimentaron un continuo proceso de perfeccionamiento. El cine se convirtió
en una gran industria, costoso espectáculo centrado en Hollywood y en los
esfuerzos creativos y presupuestados con más modestia de Europa. Actualmente,
actores y productoras atraviesan frecuentemente el Atlántico en ambas
direcciones. Televisión El concepto de medios de comunicación en sentido
moderno va íntimamente ligado a la idea de un público masivo. Hablando
estrictamente, cualquier portador de mensajes —una pintura mural, un discurso,
una carta personal— puede considerarse medio de comunicación. Esta referencia
sería válida por definición, pero cuando hoy hablamos de los medios pensamos
siempre en un grupo de gente muy grande y posiblemente impersonal. Sólo en
términos de grupo, o de muchos grupos, se conciben los mensajes de masas con la
intención de obtener una respuesta o una cooperación por parte del público. Los
medios modernos, con su audiencia masiva e invisible, son productos colaterales
de la revolución industrial y de su capacidad para la producción en masa. El
libro estimuló la alfabetidad, rompiendo así el estrangulamiento de la
información en provecho de un puñado de poderosos cultos.. La uniformidad de
los formatos impresos —libros, revistas, periódicos, folletos, carteles—
posibilita la transmisión de un mensaje a un numeroso público. Pero la
aparición de la radio y la televisión hace posible que esa misma información y
esa experiencia estén al alcance de un número incluso mayor de personas en el
mismo instante. En conjunto, la fotografía fija y la serie de fotografías que
constituyen la película cinematográfica, son sólo una vía para el desarrollo de
los modernos más media. La otra vía se refiere a la búsqueda de procedimientos
para enviar mensajes a larga distancia. El primer método fue el telégrafo (del
griego tele, que significa «distante»), capaz de transmitir un código audio
puntual a través de conductores eléctricos que a comienzos de siglo ceñían el
planeta, pasando incluso bajo idos océanos. Pero este invento de Samuel F. B.
Morse pronto fue modificado y perfeccionado dando lugar al teléfono, capaz de
transmitir sonidos más complejos. La realización de imágenes y las ondas de
radio se combinan para crear el medio moderno más innovador y poderoso: la
televisión. Los pasos finales de este invento son complicados y enormemente
costosos: el selenio y el disco metálico, el tubo de rayos catódicos, el
iconoscopio, el kinescopio. En este punto de la historia de la comunicación, la
televisión no sólo puede servir simultáneamente al máximo número de personas
sino que además mediante el recurso a los satélites Telstar, puede ampliar su
audiencia por encima de las fronteras, de los continentes y de las culturas.
Las consecuencias de esto son asombrosas. Todo el que tenga un televisor en
cualquier lugar del mundo puede presenciar los momentos históricos de la
humanidad. Y a la inversa, acontecimientos que podrían haberse eliminado de la
experiencia directa, ser enmudecidos, son en cambio contemplados por el
infatigable y penetrante ojo de la cámara. Alfabetidad visual como y por que El
mundo no llegó a un alto nivel de alfabetidad verbal ni rápida ni fácilmente.
En muchos países ni siquiera es aún una realidad viable. El problema de la
alfabetidad visual no es muy distinto. El núcleo central de este problema es
algo paradójico. Este proceso es ya en gran parte competencia de las personas
inteligentes y cultas. ¿Cuántos vemos? Ostensiblemente, vemos todos salvo los
ciegos. Ahora bien, ¿cómo estudiar lo que ya conocemos? La respuesta a esta
pregunta implica una definición de la alfabetidad visual como algo más que el
mero ver, como algo más que la simple realización de mensajes visuales. La
alfabetidad visual implica comprensión, el medio de ver y compartir el
significado a cierto nivel de universalidad previsible. Lograr esto requiere
llegar más allá de los poderes visuales innatos al organismo humano, más allá
de las capacidades intuitivas programadas en nosotros para la toma de
decisiones visuales sobre una base más o menos común, y más allá de la
preferencia personal y el gusto individual. De alguna manera, por alguna razón
o razones, el modo visual se considera totalmente fuera del control de las
personas sin talento o, a la inversa, inmediatamente si no instantáneamente
accesible. Esta supuesta facilidad de la expresión visual tal vez esté relacionada
con la naturalidad del ver o quizá con la naturaleza instantánea de la cámara.
Desde luego, todo este punto de vista se ve reforzado por la carencia de una
metodología para acceder a la alfabetidad visual. Con independencia de cuáles
sean sus fuentes exactas, ambas hipótesis son falsas y probablemente
responsables de la baja calidad del producto visual en tantos medios visuales.
Cine
Si la fotografía está representada por 1/8 de pulgada en
la escala de la historia visual, el cine apenas si sería un punto. Los
experimentos de Edison y el triunfo mecánico de Lumiére aprovecharon el
fenómeno de la persistencia de la visión para obtener fotografías que
registraban el movimiento. Las acciones y los acontecimientos dramáticos
podrían registrarse y reproducirse tantas veces como se quisiera. Las primeras
etapas experimentales de este nuevo medio tropezaban con limitaciones
intrínsecas (ausencia de color, de sonido y de movilidad en la cámara) que
ampliaron los conocimientos básicos de los realizadores cinematográficos. Los
gestos exagerados y la mímica compensaban la falta de
diálogo. Un humor bufonesco, específico del cine, fue
llevado a la perfección por Chaplin, el más grande de los payasos del cine. Las
técnicas documentales perfeccionaron el contacto de primera mano con una
especie de libro vivo de la historia que antes no había sido posible. Jean
Cassou, en su ensayo Cimate of Thought, incluido en Gateway to the Twentieth
Century, resume así las tremendas posibilidades del cine:
«De esta manera, el último invento mecánico al servicio
de la realidad, destinado a desempeñar posteriormente su papel científico con
tal perfección, demostró simultáneamente ser un arte en posesión de
potencialidades tan inmensas y propiedades tan únicas que no sólo abarcaba sino
superaba a todas las demás artes. El cine es a la vez un instrumento de
exactitud absoluta y un poético hechicero: un espejo de la verdad, un soñador
de sueños y un hacedor de milagros.»
El cine se debatió bajo el viejo dilema entre la
expresión artística y el éxito financiero. Incluso con los equipos primitivos,
hacer una película requería capital y, por tanto, cierto control sobre el
producto final. Sin embargo, las películas cosecharon un éxito financiero
instantáneo y total. El público las devoraba y se abrieron enormes
oportunidades para la expansión y la experimentación de este medio.
Posteriormente aparecieron los largometrajes que narraban historias similares a
las novelas, y con ellos esa incomparable figura de los tiempos modernos que es
la estrella cinematográfica. Se introdujo el sonido y después el color, y ambos
experimentaron un continuo proceso de perfeccionamiento. El cine se convirtió
en una gran industria, costoso espectáculo centrado en Hollywood y en los
esfuerzos creativos y presupuestados con más modestia de Europa. Actualmente,
actores y productoras atraviesan frecuentemente el Atlántico en ambas
direcciones.
Televisión
El concepto de medios de comunicación en sentido moderno
va íntimamente ligado a la idea de un público masivo. Hablando estrictamente,
cualquier portador de mensajes —una pintura mural, un discurso, una carta
personal— puede considerarse medio de comunicación. Esta referencia sería
válida por definición, pero cuando hoy hablamos de los medios pensamos siempre
en un grupo de gente muy grande y
posiblemente impersonal. Sólo en términos de grupo, o de
muchos grupos, se conciben los mensajes de masas con la intención de obtener
una respuesta o una cooperación por parte del público.
Los medios modernos, con su audiencia masiva e invisible,
son productos colaterales de la revolución industrial y de su capacidad para la
producción en masa. Los manuscritos iluminados a mano de la Edad Medía no
serían medios en este sentido, ni tampoco los poemas épicos de los griegos, o
las baladas (y noticias y opiniones) de los juglares vagabundos de Europa. ¿Por
qué? Es evidente no sólo la posibilidad sino la alta probabilidad de que se
infiltrasen en el contenido del mensaje variantes individuales. En
consecuencia, era imposible garantizar que todos los receptores de la
información comunicada recibirían el mismo mensaje. Estas variantes del mensaje
básico terminaron con la invención y el uso creciente del tipo de imprenta. Una
vez fijados los tipos, todos los ejemplares de un mensaje impreso son
absolutamente iguales. Esta uniformidad tal vez no sea atractiva. Desde luego
tiene sus aspectos buenos y sus aspectos malos, pero con ella llega a la
historia el inevitable resultado de la palabra masa en los «medios de masa»
(mass media).
El libro estimuló la alfabetidad, rompiendo así el
estrangulamiento de la información en provecho de un puñado de poderosos
cultos. La recogida, la compilación y distribución de información se
infiltraron hasta las capas más bajas de la sociedad durante el Siglo de las Luces.
El fenómeno del libro todavía está con nosotros. Del mismo modo que la tribu,
la aldea y la familia cedieron a grupos más amplios las identidades y lealtades
que le eran propias, el libro y los demás formatos impresos desplazaron al mito
y el símbolo, a la fábula y la moraleja. Qué hacer, qué pensar, qué saber y
cómo comportarse son cuestiones que pasaron a ser más públicas y uniformes.
Incluso hoy, en un tiempo dominado por los medios electrónicos, el libro y los
impresos en general siguen siendo poderosos agentes de cambio.
Los medios modernos tienen su origen en dos líneas
paralelas de desarrollo que acaban confluyendo. La primera es la cámara, o
realizador mecánico de imágenes; la segunda es la capacidad de las ondas
electromagnéticas para transmitir datos mediante alambres o a través de la
atmósfera.. La cámara oscura podía hacer algo que la cámara no podía hacer:
mostrar el movimiento. Este logro aparentemente imposible fue alcanzado gracias
a los lentos y penosos esfuerzos de muchos hombres, Muy bridge, Edison, los
hermanos Lumiére. Utilizando el fenómeno de la persistencia de la visión, se
reprodujo una ilusión de movimiento yuxtaponiendo imágenes ligeramente
diferentes que se mostraban en sucesión rápida y secuencia regular. El ojo se
encargaba del resto.
Y aquí se unen los dos caminos. La realización de
imágenes y las ondas de radio se combinan para crear el medio moderno más
innovador y poderoso: la televisión. Los pasos finales de este invento son
complicados y enormemente costosos: el selenio y el disco metálico, el tubo de
rayos catódicos, el iconoscopio, el kinescopio. Cada paso era lento y difícil
de dar, implicando las aportaciones de numerosos individuos. Los primeros
programas, de alcance muy limitado, se emitieron en los últimos años treinta y
primeros cuarenta, pero la verdadera televisión no apareció hasta después de la
segunda guerra mundial.
La diferencia fundamental en términos elementales entre
la televisión y el cine es la escala. Todos los demás elementos visuales
coinciden. El cine está pensado para que sus figuras sean de tamaño mayor que
el natural, mientras que en televisión ocurre exactamente lo contrario. Esta es
probablemente la razón fundamental de que se utilice con más frecuencia el Storyboard
en la planificación de una presentación televisiva.
La pequeñez de la pantalla y las distracciones del
entorno influyen intensamente en las opciones visuales de la televisión. Estas
limitaciones establecen la necesidad de una formulación visual clara y enfática
que se convierte en prioritaria..
Lo mismo puede decirse de los habitantes de los barrios
bajos del Norte.
¡Los resultados no deben sorprender a nadie! Toda la
nación americana contemplaba por las noches los informes filmados acerca de una
guerra lejana que libraban sus hijos. De esta experiencia surgió una respuesta
a la guerra enteramente nueva. Las convenciones políticas, héroes populares,
los disturbios y los espectáculos todo se contempla, si no en el momento de la
acción, muy poco después. Es moneda corriente que el solitario televisor
instalado en una aldea brasileña o de Ghana emita una versión doblada de / Love
Lucy o del
Existen muchos formatos menores de las artes visuales de
los que aquí no podemos ocuparnos; bastantes son poco practicados o conocidos,
como el diseño de iluminaciones, la decoración interior o el diseño de tipos de
imprenta. Pese a toda la natural y apropiada visibilidad que tienen, tal vez no
seamos conscientes de hasta qué punto influyen en nuestra experiencia y en
nuestro estilo de vida
Alfabetidad visual como y por que
El mundo no llegó a un alto nivel de alfabetidad verbal
ni rápida ni fácilmente. En muchos países ni siquiera es aún una realidad
viable. El problema de la alfabetidad visual no es muy distinto. El núcleo
central de este problema es algo paradójico. Este proceso es ya en gran parte
competencia de las personas inteligentes y cultas. ¿Cuántos vemos?
Ostensiblemente, vemos todos salvo los ciegos. Ahora bien, ¿cómo estudiar lo
que ya conocemos? La respuesta a esta pregunta implica una definición de la
alfabetidad visual como algo más que el mero ver, como algo más que la simple realización
de mensajes visuales. La alfabetidad visual implica comprensión, el medio de
ver y compartir el significado a cierto nivel de universalidad previsible.
Se define una persona verbalmente alfabetizada como
aquella capaz de leer y escribir, pero esta definición puede ampliarse hasta
indicar una persona culta. La misma ampliación puede hacerse para la
alfabetidad visual. La alfabetldad visual, aparte de suministrar un cuerpo de
información y experiencia compartida, conlleva una promesa de comprensión culta
de esa información y esa experiencia.
Se suele argumentar, y por muy diferentes razones, que el
lenguaje no es análogo a la alfabetidad visual. Pero el lenguaje es un medio de
expresión y de comunicación y, por tanto, un sistema paralelo a la comunicación
visual. No podemos usar servilmente los métodos utilizados para enseñar a leer
y escribir, pero sí podemos observarlos y aprovecharlos.
El mismo método intensivo de exploración debe aplicarse a
la etapa compositiva de los inputs y outputs visuales. La composición sufre
fundamentalmente la influencia de la diversidad de fuerzas implícitas en los
factores psicofisiológicos de la percepción humana. Son datos de los que
depende el’ comunicador visual. La conciencia de la sustancia visual no sólo se
percibe a través de la visión sino a través de todos los sentidos y no produce
piezas aisladas e individuales de información sino unidades interactivas
enteras, totalidades que asimilamos directamente y a gran velocidad a través de
la vista y la percepción.
Los conjuntos compositivos unidos a las elecciones de
técnicas y a su importancia relativa constituyen un vocabulario expresivo que
corresponde a las disposiciones estructurales y a las palabras en la
alfabetidad verbal. Una investigación y un conocimiento más profundo de ambos
abrirán más puertas a la comprensión y el control de los medios visuales. Pero
esto lleva tiempo. Tenemos que examinar nuestros métodos con el mismo rigor que
aplicamos al lenguaje, a las matemáticas o a cualquier otro sistema universalmente
compartido que conlleve un significado.
Es importante una metodología; y es vital la inmersión
profunda en los elementos y técnicas; se impone un lento proceso de avance paso
a paso. Esta aproximación puede abrir las puertas a la comprensión y el control
de los medios visuales. Pero el camino es largo y el proceso lento. ¿Cuántos
años necesita un niño o un adulto que habla perfectamente para aprender a leer
y escribir? Y además, ¿cómo afecta la familiaridad con la alfabetidad verbal al
control del lenguaje escrito como medio de expresión? El tiempo y la
participación, el análisis y la práctica, son necesarios para unir la intención
con los resultados, y ello tanto en el modo verbal como en el visual. En ambos
casos tenemos una escala para establecer diferentes puntuaciones, pero la
alfabetidad significa en último término capacidad de expresarse y comprender, y
esta capacidad, sea verbal o visual, puede ser aprendida por todos. Y debe
serlo.
Esta participación, esta necesidad de superar las
limitaciones falsamente impuestas a la expresión visual, es absolutamente
esencial para conseguir la alfabetidad visual. Un primer paso imprescindible es
abrir el sistema educativo para dar entrada a la alfabetidad visual y responder
a la curiosidad del individuo. Y esto está al alcance de cualquiera que sienta
la necesidad de ensanchar su propio potencial de goce de lo visual, desde la
pura expresión subjetiva a la aplicación práctica. Como ya hemos dicho, esto es
complicado, pero no misterioso. Considerando desde idos datos individuales
hasta una amplia panorámica de los medios, debemos reflexionar, observar en
profundidad lo que experimentamos, ver cómo otros logran sus propósitos y
ensayarlos nosotros mismos.
¿Qué ventajas presentan para los no artistas el
desarrollo de la propia agudeza visual y de su capacidad expresiva? Hay un
primer y crucial valor en esto, que estriba en el desarrollo de criterios por
encima de la respuesta natural y de los gustos y preferencias personales o
condicionadas. Sólo los visualmente cultivados pueden elevarse por encima de
las modas y enjuiciar con criterio propio lo que consideran apropiado y
estéticamente placentero. A un nivel ligeramente superior de formación, la
alfabetidad visual permite un dominio sobre la moda, un control de sus efectos.
La alfabetidad implica participación y hace de los que la han alcanzado
observadores menos pasivos. En efecto, la alfabetidad visual excluye el
síndrome de las ropas del Emperador y eleva el juicio por encima de la mera
aceptación (o rechazo) de una formulación visual sobre una base puramente
intuitiva. La alfabetidad visual significa una mayor inteligencia visual.
Por ello constituye una de las preocupaciones prácticas
del educador. Una mayor inteligencia visual implica una comprensión más fácil
de todos los significados que asumen las formas visuales. Las decisiones
visuales predominan en gran parte de nuestros escrutinios y de nuestras
identificaciones, incluso en la lectura. La importancia de este hecho tan
simple se ha menospreciado durante demasiado tiempo. La inteligencia visual
incrementa el efecto de la inteligencia humana, ensancha el espíritu creativo.
Y esto no sólo es una necesidad sino también, por fortuna, una promesa de enriquecimiento
humano para el futuro.